Este fin de semana (para variar), también he visitado las piedras.
Allí me encontré con Francisco de Cabo (Franco para los amigos), una persona a la que me unen lazos de amistad y cariño. Trabajador incansable, ahora disfruta de una merecida jubilación y de una memoria que ya la quisiera yo al llegar a sus años.
Gracias a él, me han quedado claras algunas cosas:
El primer recuerdo que tiene de las piedras, es a la edad de 10 años. Este dato demuestra que, al menos en los últimos 60 años, los grabados han estado en el lugar que ahora ocupan.
Reduerda también, que al suroeste de los petroglifos, existían los restos de unos recintos cercados de forma rectangular, algunos de ellos subdivididos en varias zonas. Su recuerdo no es de una pared de piedras, sino de sus restos o cimentos que aún hoy parecen adivinarse bajo las maleza. La roca superficial descarta el uso como huerta. Su pequeño tamaño parece descartar también un corral o establo.
Sea lo que fuere, son los restos de construcciones humanas más cercanas a los petroglifos y deben ser estudiados.
Por último, (dentro de lo malo, buenas noticias), la piedra volteada, que la gente del pueblo recordaba "calzada", no está muy lejos de su antigua ubicación. Es más sólo la voltearon una vez, y las piedras que se conservan a su lado son las que antes la elevaban del suelo.
Cuando este colocado todo en su sitio, se verá como son los dólmenes de León, que ya tengo ganas de ver alguno.
Saludos
martes, 11 de marzo de 2008
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