viernes, 12 de agosto de 2011

LOS PETROGLIFOS, POR LA PUERTA GRANDE


Los petroglifos, por la puerta grande

El estudio sobre el yacimiento maragato, que lo vincula a sus congéneres galaicos, se dio a conocer en Lugo


emilio gancedo | león 05/08/2011 (DIARIO DE LEÓN)

Los petroglifos leoneses fueron ‘presentados en sociedad’ la pasada semana en el Congreso Internacional de Arqueología de Villalba (Lugo), donde se puso de manifiesto su vinculación con los famosos conjuntos de petroglifos galaicos —aunque, a la vez, se hizo hincapié en que mantienen características específicas, propias—, y que en la confección de estas laberínticas representaciones debió de emplearse «algún tipo de instrumento rotatorio».

El avance del estudio fue dado a conocer por los profesores Ana Neira y Federico Bernaldo de Quirós, del Área de Prehistoria de la Universidad de León; junto a algunos de los mayores expertos en petroglifos de la vecina comunidad, como Fernando Carrera y Natalia Cortón, de la Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia, y Antonio de la Peña, del Museo de Pontevedra. El trabajo, tal y como se indica al comienzo del mismo, «presenta un conjunto de grabados prehistóricos descubiertos recientemente en la zona de Astorga. El mayor interés de los mismos es la exhaustiva representación de motivos laberintiformes en un contexto geográfico lejano al área atlántica».

El avance o resumen del trabajo completo, facilitado a este periódico por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, comienza recordando que estos dos conjuntos de grabados, ubicados en la localidad de Lucillo y cercanos al monte Teleno, fueron descubiertos por el aficionado astorgano a la arqueología —y gran conocedor de la comarca— Juan Carlos Campos el 20 de enero de 2008, quien hizo público éste y otros hallazgos. La Consejería financió un proyecto titulado , en el que se incluían, también, otros grabados rupestres.

En el estudio consta que se realizaron «estudios para conocer el estado de conservación de los conjuntos a través de la inspección visual, fotográfica y la toma de muestras», y que el primer acercamiento al estado de conservación de los afloramientos se realizó en junio del 2009. «En ese momento —reza el documento—, además de una inspección visual y fotográfica, se procedió a una toma de muestras con intención de hacer un análisis del tipo de piedra y su estado de conservación. Asimismo, para un mejor conocimiento de los procesos de alteración activos, se realizó un catálogo y toma de muestras de las especies liquénicas (líquenes y musgos) presentes. El análisis del estado de conservación pudo determinar la adecuada resistencia del soporte, suficiente como para poder aplicar los métodos de limpieza y documentación propuestos sin ocasionar daños de ningún tipo sobre la superficie. Con inmediata posterioridad se realizó una limpieza de la superficie grabada».

En cuanto al formato general de documentación, éste consistió en la realización de un amplio reportaje de fotografías digitales: «Parte de esa documentación fotográfica fue utilizada para la obtención de restituciones fotogramétricas de los grabados rupestres —continúan los autores—. Con intención de contrastar la precisión del sistema anterior, se realizó además un escaneado láser que permitió obtener una ortofotografía comparativa. Se pigmentó superficialmente la roca y se realizó un calco directo sobre la misma. Una vez eliminado lo anterior, se ejecutó este método, consistente en el frotado de un papel carbón sobre un papel blanco colocado sobre el grabado. Las técnicas de dibujo, tanto planimétricas como las convencionales de dibujo de materiales, también fueron utilizadas».

De esta manera, los trabajos de limpieza y documentación permitieron definir con mayor claridad las unidades gráficas representadas. «La lectura iconográfica identificó surcos, círculos, canalillos, cazoletas y laberintos», enumeran.

Sobre las técnicas de ejecución de los petroglifos, los autores constataron «el uso de la abrasión en la confección de las cazoletas (cavidades redondas)», abrasión que «debió de realizarse con algún tipo de instrumento rotatorio». También observaron la presencia de piqueteado, técnica utilizada para el resto de los motivos. Y concluyen: «Los diseños plasmados sobre las rocas de Peña Fadiel obligan a dirigir la mirada hacia el mundo iconográfico de los grabados rupestres galaicos».

Juan Carlos Campos, el descubridor de estos valiosos —e inéditos tan al Este peninsular, comparados con los gallegos— yacimientos rupestres, se ha congratulado al ver cómo los petroglifos han sido presentados «ante la flor y nata de la arqueología española» y «con el mejor padrino posible», en referencia al profesor Antonio de la Peña. «Aunque no es el estudio definitivo, es lo más parecido a lo que estamos esperando», dijo, en referencia a ese material definitivo «que debería ser puesto al alcance de todos los leoneses y del público en general», según solicitó.

lunes, 8 de agosto de 2011

ETNOARQUEOLOGÍA

Las mil caras del dios de los astures

Miguel Ángel González explica el por qué de los lugares sagrados de León en un libro que pronto verá la luz


e. gancedo | león - 02/08/2011

«Me parece un error considerar la tradición popular como una mera recopilación de cuentos, leyendas y seres mitológicos curiosos. Creo que es más interesante ser consciente de que se trata de los restos de un conocimiento de origen antiquísimo que, debido a su importancia, dejó una fuerte impronta en la memoria colectiva». Quien así habla es el investigador Miguel Ángel González, quien esta misma semana publica con la editorial Lobo Sapiens Teleno: señor del laberinto, del rayo y de la muerte , libro en el que no sólo muestra la fantástica mitología que rodea al monte leonés sino que además profundiza en las causas que provocaron la aparición de muchas sugerentes historias y criaturas que aún se agarran a la memoria popular.

«Supongamos que en cierto lugar se cuenta que en un paraje concreto una señora se aparece cierto día del año o que en cierta fecha se celebra la victoria de un santo o virgen sobre un dragón. Solemos fijarnos en lo exótico del relato, pero no en por qué sucede en ese lugar y no en otro, y por qué en esa fecha y no en otra», continúa González, cuestiones éstas en las que más se fijó para la elaboración de un libro de 318 páginas cuya idea surgió a raíz del descubrimiento de los petroglifos del Teleno. Con la inquietud de encontrar una razón de ser a esos santuarios de origen prehistórico, profundizó en materias como la astronomía, la historia de las religiones, el arte rupestre o la cultura tradicional, particularmente, aquella asociada a celebraciones festivas.

Y todo ello acompañado de un trabajo de campo en el que «uno se da cuenta de que la gente mayor atesora un patrimonio cultural importantísimo que puede dar claves para comprender la cosmovisión de aquellos seres humanos que hace siglos, o milenios, nos precedieron», dice.

En conexión con el Universo. Pero, ¿qué es un lugar sagrado, como el caso de los parajes leoneses del Teleno o la Cruz de Fierro? «Es un espacio que, por alguna razón, se diferencia del resto, es singular, y permite la comunicación del hombre con aquellas fuerzas que gobiernan los ciclos y procesos del Universo. Influir o controlar estas fuerzas, mediante magia o religión, era esencial para garantizar la supervivencia de las comunidades humanas. Y ese es el germen de la ciencia». Bajando al terreno, confiesa Miguel Ángel González tener predilección «por las historias de culebrones (dragones) asesinados por un santo o santa. En esta zona de estudio hay una muy especial, la de la moura y virgen Santa Marina y el dragón del río Duerna»; combates entre el bien y el mal a los que se busca una interpretación en el libro. También adelanta el autor que nuestro antepasado astur «no era politeísta, sino que distinguía distintas facetas de la divinidad. Así, el dios del Teleno era el componente masculino del dios supremo, el Dios-Toro consorte de la Gran Diosa, y padre del Dios-Hombre-Árbol que muere todas las primaveras para salvar a los hombres y que renace con el solsticio de invierno. Teleno, también denominado Balar, Taranis, Tyr, Marte, etc., era el Señor de la Muerte, de la Noche, del Invierno y del Laberinto. Y muchos de los petroglifos del Duerna guardan una especial relación con él».