La mayoría de los grabados de Pendilla que se han conservado, y muchos de los que han desaparecido, están representados por una figura semicircular o con forma de herradura, que poco a poco se ha ido convirtiendo en habitual en las estaciones rupestres leonesas. Ha pasado de ser una representación casi testimonial que solamente aparecía en unos pocos paneles, como las herraduras de "La Peña de Santiago" en el Castro de Sopeña y algunos ejemplos más situados en fuentes y rocas solitarias. Muchas de ellas llevan aparejada la leyenda de las pisadas dejadas por el caballo del Patrón Santiago, que daba unos saltos tan prodigiosos que transmitía las improntas con forma de herradura a la roca. Hoy, la gran mayoría de estos grabados han desaparecido, y solo se conservan las leyendas orales que nos hablan de ellas.
Roca 1 de Pendilla. Herraduras, cruciformes y figuras bitriangulares
Pendilla, Roca 1. Detalle de herraduras con forma de vulva
Pendilla, Roca 8. Tres herraduras con pequeña cazoleta inscrita
Roca 13 en Pendilla. Herraduras y cruciforme
Herradura de "La Peña de Santiago" en el castro de Sopeña
"La peña de Santiago" en Villar del Monte
"Peña Ferrada" en Peña Martín (Chana de Somoza)
"La Pisada del Moro y de la Mora". Castrillo de la Valduerna
Los emplazamientos
suelen coincidir con castros prerromanos o cerca de su espacio de influencia, y
como paradoja cabe considerar que están ausentes en el tramo del Camino de
Santiago que atraviesa la provincia, un trazado donde cabría de esperar que se
concentrasen herraduras y leyendas del apóstol. Pueden aparecer en solitario o
en pequeñas o grandes agrupaciones, sin otras figuras junto a ellas o asociadas
en un caso a podomorfos, y a cruciformes en otro, aunque en algunas estaciones
guardan una prudente distancia entre ellos como si funcionasen
independientemente. En la “Peña Ferrada” de Chana y en “La Peña de Santiago” de
Villar del Monte las herraduras presentan un punto o pequeña cazoleta interior
y algunas agrupaciones se representan muy juntas y ordenadas verticalmente a
modo de eslabones de una cadena. Las herraduras de Castrillo de la Valduerna y
Villar del Monte son más pequeñas y proporcionadas, mientras que las de Chana y
las del Castro de Sopeña son más grandes, algunas con una curvatura que tiende
a cerrarse.
Los grabados con forma de herradura de Pendilla que se acaban de divulgar atesoran prácticamente todo el repertorio: unas son semicírculos simples, más o menos cerrados, otras tienen los lados rectos, y en lo que concierne al interior, contienen algunas un punto o pequeña cazoleta, otras herraduras presentan una raya interior, horizontal en unos casos y vertical en otros. En los ejemplos de raya vertical, la figura resultante recuerda a las vulvas grabadas en las paredes de las cuevas paleolíticas, y a otras que aparecen pintadas en el mismo contexto, como por ejemplo las representadas en el "Camarín de las Vulvas" en la cueva de Tito Bustillo. Todo esto no hace más que reforzar la teoría que propone a las herraduras como símbolos de fertilidad.
Roca 1 en Pendilla. Detalle de herraduras con forma de vulva
Todavía hoy pensamos que la forma de herradura es un símbolo propicio de la buena suerte, y luce clavada en la puerta de muchas casas. Es un amuleto tan potente que basta con tocarlo, tirarlo hacia atrás o ponerlo en determinado lugar para conseguir buenas energías a su alrededor. La forma de "U" se repite en muchas civilizaciones como atributos de dioses femeninos o como símbolos lunares (que es casi lo mismo). Si el semicírculo está invertido, se asemeja al aparato genital femenino, incluso podría asimilarse al útero creador de la vida. La pequeña cazoleta en su interior podría significar el comienzo de la vida o la semilla primigenia. Pero eso es solo mi teoría, y por el momento no deja de ser una teoría más.
Las diferentes interpretaciones que se proponen, así como las propuestas cronológicas han generado controversia entre los especialistas, pues como las cazoletas abarcan un espacio temporal que discurre desde el Paleolítico hasta la Edad Media. En la mayoría de los paneles con herraduras, basta un solo cruciforme para que se las considere de cronología histórica, aunque las técnicas de ejecución de las figuras sean completamente diferentes y su aspecto sea anacrónico. No obstante, me llama la atención la valentía de Manuel Mallo al aventurar una propuesta cronológica prehistórica para las herraduras de Pendilla. No todos los especialistas se arriesgan a llevar la contraria al pensamiento dominante.
Los grabados con forma de herradura de Pendilla que se acaban de divulgar atesoran prácticamente todo el repertorio: unas son semicírculos simples, más o menos cerrados, otras tienen los lados rectos, y en lo que concierne al interior, contienen algunas un punto o pequeña cazoleta, otras herraduras presentan una raya interior, horizontal en unos casos y vertical en otros. En los ejemplos de raya vertical, la figura resultante recuerda a las vulvas grabadas en las paredes de las cuevas paleolíticas, y a otras que aparecen pintadas en el mismo contexto, como por ejemplo las representadas en el "Camarín de las Vulvas" en la cueva de Tito Bustillo. Todo esto no hace más que reforzar la teoría que propone a las herraduras como símbolos de fertilidad.
Todavía hoy pensamos que la forma de herradura es un símbolo propicio de la buena suerte, y luce clavada en la puerta de muchas casas. Es un amuleto tan potente que basta con tocarlo, tirarlo hacia atrás o ponerlo en determinado lugar para conseguir buenas energías a su alrededor. La forma de "U" se repite en muchas civilizaciones como atributos de dioses femeninos o como símbolos lunares (que es casi lo mismo). Si el semicírculo está invertido, se asemeja al aparato genital femenino, incluso podría asimilarse al útero creador de la vida. La pequeña cazoleta en su interior podría significar el comienzo de la vida o la semilla primigenia. Pero eso es solo mi teoría, y por el momento no deja de ser una teoría más.
Detalle de herraduras con cazoleta inscrita. Peña Ferrada en Peña Martín (Chana de Somoza)
Las diferentes interpretaciones que se proponen, así como las propuestas cronológicas han generado controversia entre los especialistas, pues como las cazoletas abarcan un espacio temporal que discurre desde el Paleolítico hasta la Edad Media. En la mayoría de los paneles con herraduras, basta un solo cruciforme para que se las considere de cronología histórica, aunque las técnicas de ejecución de las figuras sean completamente diferentes y su aspecto sea anacrónico. No obstante, me llama la atención la valentía de Manuel Mallo al aventurar una propuesta cronológica prehistórica para las herraduras de Pendilla. No todos los especialistas se arriesgan a llevar la contraria al pensamiento dominante.
La lista de
grabados con forma de herradura en la península sería interminable, pero nos
resultan más cercanas a León las herraduras del “Picu Berrubia”, en el centro de
Asturias, dadas a conocer por Blas Cortina, diversas “Pedras das Ferraduras” en
los petroglifos gallegos o las huellas de soldados, santos y héroes (Santiago,
El Cid, Roldan, las pisadas o “patadas” de Virgen María etc.) repartidas por la
Meseta Central.
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