Las excavaciones arqueológicas han revelado la dilatada historia de
Astorga y su importancia en la antigüedad. Las Termas, el Foro, calles
comerciales y casas decoradas con mosaicos exquisitos revelan días pasados de gloria, y a pesar de que a muchos
nos ha seducido la idea de que la ciudad pudo ser fundada siglos antes por los
pueblos prerromanos, nos hemos ido rindiendo
ante la evidencia de que debajo de esos cimientos no han aparecido hasta
el momento otros vestigios que demuestren con claridad un asentamiento anterior
a la época romana. La realidad es que las evidencias conocidas nos hablan de
una primera ocupación humana del territorio donde se asienta la ciudad de
Astorga con una cronología cercana a los dos milenios y diseñada en principio
como un campamento romano.
Pero antes de dar todo por sentado debemos
reflexionar sobre el tema de que la Historia que conocemos apenas ocupa una
mínima parte de las aventuras del ser humano, ya que hay otras épocas de las
que no tenemos referencias escritas y que se pierden en la noche de los tiempos
prehistóricos. Unas épocas tan lejanas a las que llamamos con nombres tan sugerentes
como “La Edad de la Piedra Antigua” o Paleolítico.
Esta convicción me ha permitido
observar lo que me rodea con otra mentalidad, y para mi sorpresa he descubierto
pruebas indiscutibles que demuestran ocupaciones humanas en el entorno de la
ciudad de Astorga que se remontan a Paleolítico Inferior y Paleolítico Medio.
Los yacimientos están situados relativamente cerca de la ciudad, aunque no
facilitaré aquí su situación exacta para evitar posibles expolios (los
descubrimientos han sido comunicados al Servicio Territorial de Cultura de la
JCyL).
Estas evidencias consisten en
instrumentos de piedra (industria lítica) fabricados sin ninguna duda por el
hombre prehistórico, predominando los bifaces de varios tipos, raederas y otros
utensilios necesarios para cortar carne, madera
o para procesar pieles en una época en la que el hombre (Homo) ni
siquiera se apellidaba sapiens.
Al igual que podemos intuir la
edad de una catedral por el estilo en la que está construida, los útiles de
piedra prehistóricos también pueden ser analizados estilísticamente para
poder aventurar una cronología. Los
estilos de la industria lítica que he localizado parecen coincidir con la forma
de tallar las piedras definidos por la Arqueología como Modos 2 y 3, también
denominados respectivamente Achelense (propio del Paleolítico Inferior, con una
cronología aproximada en la Península de 350.000 – 100.000 años a C), y Musteriense (Paleolítico Medio, con un abanico cronológico de entre 150.000 –
35.000años a C.).
ÚTILES DE ESTILO ACHELENSE
Los útiles achelenses encontrados
en las cercanías de Astorga son más
toscos y grandes que los musterienses, y la mayoría de las piezas son bifaces
de varios tamaños con unas cotas medias que oscilan entre los 14 cm X 8 cm los
grandes y los 9 cm x 5 cm los pequeños. Un bifáz es una herramienta de piedra
tallada por las dos caras que se empleaba para diversas tareas, como cortar, cavar, como un arma etc. Hay también otros
útiles lamados raederas, empleados seguramente para raspar y curtir las pieles, y otros utensilios de piedra con un filo y forma característico que los especialistas denominan “cuchillos de dorso”. Por último, aparecen núcleos de varios tipos y lascas que se podrían encuadrar como restos y productos de talla.
Industria lítica de
Astorga. Bifáz tallado en cuarcita
Aunque el estilo Achelense se
remonta a los tiempos del Homo ergaster (el primer homínido que salió de
África), se considera que en la Península fue Homo heildelberguensis el autor
de estos utensilios en el Paleolítico Inferior. Sus restos están bien
representados en Atapuerca, en especial un cráneo completo perteneciente a un
individuo al que los especialistas han
bautizado como “Miguelón”. En la actualidad se considera a este tipo de
homínido el antecesor del Hombre de Neandertal, aunque estudios recientes de
ADN parecen plantear algunas dudas al respecto.
ÚTILES DE ESTILO MUSTERIENSE
Los utensilios musterienses son más estilizados, y como es típico de este periodo se busca
la obtención de la mayor cantidad
posible de lascas afiladas hasta acabar el núcleo de piedra, que es ahora abandonado cuando no puede proporcionar más
material. Estos desechos de talla también son típicos del Musteriense y son relativamente abundantes en el
yacimiento. La pátina de estas piezas es más clara y están realizadas en
cuarcita de grano fino casi exclusivamente,
lo que refleja una mayor selección a la hora de escoger la materia
prima. Se considera a Homo neandertal “clásico” el autor de este estilo en el Paleolítico
Medio hasta el punto de que “Musteriense y “Neandertal” son utilizados a menudo
como sinónimos. La gran mayoría de la industria encontrada son pequeñas y
medianas piezas sobre lascas extraídas previamente, que luego se retocaban en
función del tipo de trabajo a realizar con ellas. No aparecen en este tipo de
cuarcita de grano fino los bifaces (tan abundantes en el estilo anterior) y
predominan las raederas (ahora más pequeñas), las puntas (lascas apuntadas con
filo, utilizadas seguramente como puntas de lanza) y otros útiles afilados o
con muescas (denticulados).
Industria lítica de
Astorga. Lascas, raederas, denticulados y otros útiles musterienses
Industria lítica de
Astorga. Útiles musterienses
El PROBLEMA CRONOLÓGICO
A la vista de los diferentes
estilos y pátinas que presentan los útiles de piedra encontrados, las primeras
conclusiones que se pueden sacar es que pertenecen sin duda a épocas
diferentes, distintos periodos separados en el tiempo que permiten intuir una
ocupación prolongada de este territorio por pequeños grupos humanos desde el
Paleolítico Inferior al Paleolítico Medio. Siguiendo los mismos criterios
utilizados por los especialistas en Prehistoria para estudiar las otras
industrias leonesas, la industria achelense astorgana se puede paralelizar con
los yacimientos cercanos de este periodo prospectados intensamente por Fernando
Miguel Hernández hace 30 años en las terrazas
fluviales de los ríos Tuerto y Órbigo. Las conclusiones de su estudio fueron reflejadas
en la carta arqueológica de la provincia y son citadas por Ana Neira y F. B. De
Quirós en el tomo de Prehistoria y Edad Antigua de “LA HISTORIA DE LEÓN” editada en 1999.
Estos autores plantean a modo de
tentativa una propuesta cronológica para los útiles del río Tuerto cercana al
Achelense Superior (-150.000 años), aunque recomiendan un estudio más exhaustivo
de los yacimientos para determinar si los diferentes estilos son indicativos de
épocas distintas o no. Después de 30
años las cosas siguen igual: sin estudio y con las mismas dudas.
Por otro lado, no podemos olvidar que los yacimientos burgaleses
de Atapuerca están relativamente cerca de Astorga (200 Km en línea recta), y
que las características especiales de conservación de los restos encontrados en
las simas ofrecen a los especialistas la posibilidad de afinar mucho más las
cronologías. La datación estimada de esos últimos yacimientos no plantea discusión alguna en la actualidad,
y se acepta una cronología aproximada de 400.000 años. En el yacimiento de La Gran Dolina en Atapuerca se ha
documentado la transición entre los periodos Achelense y Musteriense en el nivel arqueológico
TD10 hace 350.000 años, mientras que los
niveles superiores TD11 y TD12 presentan industrias plenamente musterienses con
una antigüedad estimada en 300.000 años.
Atendiendo a estas cronologías y
con las debidas precauciones por los problemas que plantean este tipo de
yacimientos al aire libre (cualquier resto orgánico que facilitase una datación
más precisa ha desaparecido), se podría proponer una hipótesis inicial para la
industria lítica encontrada en Astorga, que incluiría una ocupación de este
territorio por grupos de homínidos a lo largo de un periodo que comienza quizá a finales del Paleolítico
Inferior, con la presencia de humanos del tipo Homo Heildelberguensis.
Siguiendo los criterios de los especialistas citados anteriormente se puede
intuir que estas ocupaciones pudieron ser esporádicas pero continuadas en el
tiempo, a tenor de los extensos yacimientos asociados a los ríos cercanos
(Tuerto y Orbigo) que demuestran que este territorio era considerado muy
propicio por aquellas pequeñas comunidades humanas (confluencia de ríos, caza,
zona de paso hacia otros territorios etc.)
Queda por resolver la duda que se
plantea al observar los diferentes estilos y tamaño de los útiles, la pátina
distinta que presentan las piedras, o la distinta selección de materia prima. Incluso
en los útiles de estilo Achelense se podrían subdividir en unos más arcaicos y
otros más estilizados.
¿Significa esto que el yacimiento
refleja una época de transición de los estilos Achelense – Musteriense? En ese
caso pertenecerían a un mismo grupo de homínidos y a una época determinada en
el tiempo.
¿Son el resultado de ocupaciones
de diferentes especies de humanos, en épocas distintas y separadas quizás por
cientos de milenios? Esta hipótesis explicaría los distintos grados de erosión
de las piezas y las diferencias aún dentro de un mismo estilo. Esta propuesta,
que a mí me parece la más plausible si consideramos el territorio como propicio
para los humanos, incluiría unas ocupaciones esporádicas pero repetidas en el
tiempo, con homínidos pre-neandertales como fabricantes de los útiles
achelenses y ocupaciones posteriores con neandertales clásicos que dejaron tras
de sí la industria musteriense.
Estos pudieron ser escenarios
posibles, pero no se pueden descartar otros modos de ocupación, sobre todo si
recordamos que los útiles musterienses más antiguos conocidos en toda Europa
datados en 300.000 años fueron descubiertos en el citado yacimiento burgalés de La Gran
Dolina. Teniendo en cuenta esos datos, las cronologías propuestas incluso podrían
ser atrasadas.
Bifaz de estilo achelense
Seguramente un estudio
arqueológico más completo y riguroso de la industria lítica astorgana conseguirá
aclarar alguno de estos aspectos, pero por el momento sabemos que estas
industrias líticas demuestran sin ninguna duda la presencia del hombre
paleolítico en este pequeño cerro sobre el que ahora se asienta la ciudad de
Astorga. Quizá no aparezcan nunca los restos de las construcciones astures bajo
los cimientos romanos, pero ahora sabemos que ese no es el final (o el
principio, según se mire), porque cientos de miles de años antes de que el
primer Homo sapiens pusiera un solo pie en estos parajes, otras especies
humanas otearon el horizonte desde este promontorio en busca de presas. Suyas
son las primeras hogueras, las primeras cabañas o los primeros gestos de
asombro cuando alzaron su mirada y vieron elevarse sobre el horizonte la cumbre
nevada del Teleno.
Igual que un panel con petroglifos
nos puede transportar a épocas
prehistóricas, un utensilio de piedra fabricado por el hombre
paleolítico puede llevarnos a mundos insospechados, tan lejanos que da vértigo
solo imaginar la escala del tiempo en la que nos movemos. Escenarios en los que
pequeños grupos de cazadores- recolectores se camuflan entre la vegetación a la
orilla de un río para dar caza a sus presas cuando estas se acercan a beber. Muerto el animal, deben darse prisa en
descuartizar el cuerpo para transportar la carne a un lugar seguro antes que el
olor a muerte atraiga a otros depredadores. En aquella época nuestras tierras
eran habitadas por osos descomunales, hienas, grandes felinos, el inseparable
lobo… y el hombre paleolítico sabe que
no es el centro de la naturaleza, solo una presa más que otros pueden comerse
para cenar.
Industria lítica de Astorga
Las reconstrucciones de sus esqueletos en
Atapuerca nos descubren humanos fornidos y atléticos, con una capacidad craneal incluso superior a la
que tenemos los sapiens. Como dice J. M.
Arsauaga en su libro “El collar del neandertal”: “Imagino una partida de formidables
cazadores de casi 100 Kg de puro músculo, vestidos con pieles de oso y armados
con largas lanzas de madera con un extremo muy puntiagudo, ante quienes los
leones se apartarían”
Cierto es que estos vestigios
prehistóricos no son inéditos y exclusivos, porque se relacionan como ya se ha
visto con otros yacimientos cercanos, pero son los nuestros. Los que nos
permiten descubrir un mundo perdido cuyos restos yacen bajo los cimientos más
profundos de la ciudad. Una sociedad
culta e inteligente debe reconocer inmenso valor cultural de estos útiles
paleolíticos, que serían la envidia de países y continentes enteros donde no se
conocen vestigios tan antiguos (como por ejemplo en las dos Américas y en
Oceanía). Una ciudad como Astorga, que vive
y presume de tener una dilatada
Historia, no puede permitirse el lujo de ignorar unos vestigios que quizá
multipliquen por 150 sus dos mil años de ocupación humana conocida hasta ahora.
Por eso debe preocuparse por que se haga un estudio riguroso dirigido por
profesionales de la arqueología prehistórica que certifique la importancia de lo
hallado, y a continuación exponer las
piezas en sus museos tan dignamente como se merecen.
El avance continuo en la investigación sobre
la evolución humana nos sorprende cada día con noticias sobre descubrimientos
de nuevas piezas del puzle. Hace pocos
años la ciencia apenas conocía unos pocos datos sobre estos humanos que nos
precedieron, pero los continuos descubrimientos en yacimientos punteros a nivel
mundial como Atapuerca nos permiten ahora no sólo poner cara a aquellos
individuos sino conocer incluso su mapa genético. Libros, películas,
documentales, revistas, museos, exposiciones…. Una ola de sana curiosidad sobre nuestros orígenes recorre el mundo
inundando la imaginación de aquellos que quieren viajar en el tren del tiempo. Ahora Astorga
tiene una estación donde se puede subir a ese tren con destino al
Paleolítico, a los albores de la Humanidad.
Bibliografía:
ARSUAGA J.L. (1999 )
“El collar del neandetal”. Ediciones Planeta
ARSUAGA J. L. Y
MARTINEZ I. (2010) “La especie elegida”. Ediciones Planeta
BERNALDO DE QUIRÓS F.
Y NEIRA CAMPOS A. (1999) “La Historia de
León. Capítulo I Prehistoria.”
Universidad de León.
MIGUEL HERNANDEZ F. (1985) “Avance al estudio del Paleolítico
Inferior en Castrocalbón” Revista
Cultural del Instituto Comarcal de Estudios Bañezanos
NEIRA A. (1987) “Nuevas
evidencias del Paleolítico Superior en la provincia de León” Diputación de León
RIVAS J. (2001) “ El tiempo de la piedra antigua. El
Paleolítico en la provincia de León”
Revista Argutorio nª 22
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