domingo, 27 de noviembre de 2016

NOTICIA SOBRE EL DESCUBRIMIENTO DE INDUSTRIA LÍTICA PALEOLÍTICA EN ASTORGA


  Las excavaciones arqueológicas han revelado la dilatada historia de Astorga y su importancia en la antigüedad. Las Termas, el Foro, calles comerciales y casas decoradas con mosaicos exquisitos revelan días  pasados de gloria, y a pesar de que a muchos nos ha seducido la idea de que la ciudad pudo ser fundada siglos antes por los pueblos prerromanos, nos hemos ido rindiendo  ante la evidencia de que debajo de esos cimientos no han aparecido hasta el momento otros vestigios que demuestren con claridad un asentamiento anterior a la época romana. La realidad es que las evidencias conocidas nos hablan de una primera ocupación humana del territorio donde se asienta la ciudad de Astorga con una cronología cercana a los dos milenios y diseñada en principio como un campamento romano.
 Pero antes de dar todo por sentado debemos reflexionar sobre el tema de que la Historia que conocemos apenas ocupa una mínima parte de las aventuras del ser humano, ya que hay otras épocas de las que no tenemos referencias escritas y que se pierden en la noche de los tiempos prehistóricos. Unas épocas tan lejanas a las que llamamos con nombres tan sugerentes como  “La Edad de la Piedra Antigua”  o Paleolítico.
Esta convicción me ha permitido observar lo que me rodea con otra mentalidad, y para mi sorpresa he descubierto pruebas indiscutibles que demuestran ocupaciones humanas en el entorno de la ciudad de Astorga que se remontan a Paleolítico Inferior y Paleolítico Medio. Los yacimientos están situados relativamente cerca de la ciudad, aunque no facilitaré aquí su situación exacta para evitar posibles expolios (los descubrimientos han sido comunicados al Servicio Territorial de Cultura de la JCyL).
Estas evidencias consisten en instrumentos de piedra (industria lítica) fabricados sin ninguna duda por el hombre prehistórico, predominando los bifaces de varios tipos, raederas y otros utensilios necesarios para cortar carne, madera  o para procesar pieles en una época en la que el hombre (Homo) ni siquiera se apellidaba sapiens.
Al igual que podemos intuir la edad de una catedral por el estilo en la que está construida, los útiles de piedra prehistóricos también pueden ser analizados estilísticamente para poder  aventurar una cronología. Los estilos de la industria lítica que he localizado parecen coincidir con la forma de tallar las piedras definidos por la Arqueología como Modos 2 y 3, también denominados respectivamente Achelense  (propio del Paleolítico Inferior, con una cronología aproximada en la Península de 350.000 – 100.000 años a C), y Musteriense (Paleolítico Medio,  con un abanico cronológico de entre 150.000 – 35.000años a C.).


ÚTILES DE ESTILO ACHELENSE

Los útiles achelenses encontrados en las cercanías de Astorga son  más toscos y grandes que los musterienses, y la mayoría de las piezas son bifaces de varios tamaños con unas cotas medias que oscilan entre los 14 cm X 8 cm los grandes y los 9 cm x 5 cm los pequeños. Un bifáz es una herramienta de piedra tallada por las dos caras que se empleaba para diversas tareas, como cortar, cavar, como un arma etc. Hay también otros útiles lamados raederas, empleados seguramente para raspar y curtir las pieles, y otros utensilios de piedra con un filo y forma característico que los especialistas denominan “cuchillos de dorso”. Por último, aparecen núcleos de varios tipos y  lascas que se podrían encuadrar como restos y productos de talla.


                 Industria lítica de Astorga. Bifaces, lascas y otros útiles de estilo Achelense




Industria lítica de Astorga. Bifáz tallado en cuarcita

Aunque el estilo Achelense se remonta a los tiempos del Homo ergaster (el primer homínido que salió de África), se considera que en la Península fue Homo heildelberguensis el autor de estos utensilios en el Paleolítico Inferior. Sus restos están bien representados en Atapuerca, en especial un cráneo completo perteneciente a un individuo  al que los especialistas han bautizado como “Miguelón”. En la actualidad se considera a este tipo de homínido el antecesor del Hombre de Neandertal, aunque estudios recientes de ADN parecen plantear algunas dudas al respecto.

ÚTILES DE ESTILO MUSTERIENSE
 Los utensilios musterienses son más estilizados,  y como es típico de este periodo se busca la  obtención de la mayor cantidad posible de lascas afiladas hasta acabar el núcleo de piedra, que es ahora  abandonado cuando no puede proporcionar más material. Estos desechos de talla también son típicos del Musteriense y  son relativamente abundantes en el yacimiento. La pátina de estas piezas es más clara y están realizadas en cuarcita de grano fino casi exclusivamente,  lo que refleja una mayor selección a la hora de escoger la materia prima.  Se considera a  Homo neandertal “clásico”  el autor de este estilo en el Paleolítico Medio hasta el punto de que “Musteriense y “Neandertal” son utilizados a menudo como sinónimos. La gran mayoría de la industria encontrada son pequeñas y medianas piezas sobre lascas extraídas previamente, que luego se retocaban en función del tipo de trabajo a realizar con ellas. No aparecen en este tipo de cuarcita de grano fino los bifaces (tan abundantes en el estilo anterior) y predominan las raederas (ahora más pequeñas), las puntas (lascas apuntadas con filo, utilizadas seguramente como puntas de lanza) y otros útiles afilados o con muescas (denticulados).


Industria lítica de Astorga. Lascas, raederas, denticulados y otros útiles musterienses


Industria lítica de Astorga.  Útiles musterienses


El PROBLEMA CRONOLÓGICO

A la vista de los diferentes estilos y pátinas que presentan los útiles de piedra encontrados, las primeras conclusiones que se pueden sacar es que pertenecen sin duda a épocas diferentes, distintos periodos separados en el tiempo que permiten intuir una ocupación prolongada de este territorio por pequeños grupos humanos desde el Paleolítico Inferior al Paleolítico Medio. Siguiendo los mismos criterios utilizados por los especialistas en Prehistoria para estudiar las otras industrias leonesas, la industria achelense astorgana se puede paralelizar con los yacimientos cercanos de este periodo prospectados intensamente por Fernando Miguel Hernández hace 30 años  en las terrazas fluviales de los ríos Tuerto y Órbigo. Las conclusiones de su estudio fueron reflejadas en la carta arqueológica de la provincia y son citadas por Ana Neira y F. B. De Quirós en el tomo de Prehistoria y Edad Antigua  de “LA HISTORIA DE LEÓN” editada en 1999.
Estos autores plantean a modo de tentativa una propuesta cronológica para los útiles del río Tuerto cercana al Achelense Superior (-150.000 años), aunque recomiendan un estudio más exhaustivo de los yacimientos para determinar si los diferentes estilos son indicativos de épocas distintas o no. Después de 30 años las cosas siguen igual: sin estudio y con las mismas dudas.                                                                                  
Por otro lado, no podemos olvidar que los yacimientos burgaleses de Atapuerca están relativamente cerca de Astorga (200 Km en línea recta), y que las características especiales de conservación de los restos encontrados en las simas ofrecen a los especialistas la posibilidad de afinar mucho más las cronologías. La datación estimada de esos últimos yacimientos  no plantea discusión alguna en la actualidad, y se acepta una cronología aproximada de 400.000 años. En el yacimiento  de La Gran Dolina en Atapuerca se ha documentado la transición entre los periodos Achelense y  Musteriense en el nivel arqueológico TD10  hace 350.000 años, mientras que los niveles superiores TD11 y TD12 presentan industrias plenamente musterienses con una antigüedad estimada en 300.000 años.
Atendiendo a estas cronologías y con las debidas precauciones por los problemas que plantean este tipo de yacimientos al aire libre (cualquier resto orgánico que facilitase una datación más precisa ha desaparecido), se podría proponer una hipótesis inicial para la industria lítica encontrada en Astorga, que incluiría una ocupación de este territorio por grupos de homínidos a lo largo de un periodo que  comienza quizá a finales del Paleolítico Inferior, con la presencia de humanos del tipo Homo Heildelberguensis. Siguiendo los criterios de los especialistas citados anteriormente se puede intuir que estas ocupaciones pudieron ser esporádicas pero continuadas en el tiempo, a tenor de los extensos yacimientos asociados a los ríos cercanos (Tuerto y Orbigo) que demuestran que este territorio era considerado muy propicio por aquellas pequeñas comunidades humanas (confluencia de ríos, caza, zona de paso hacia otros territorios etc.) 
Queda por resolver la duda que se plantea al observar los diferentes estilos y tamaño de los útiles, la pátina distinta que presentan las piedras, o la distinta selección de materia prima. Incluso en los útiles de estilo Achelense se podrían subdividir en unos más arcaicos y otros más estilizados.
¿Significa esto que el yacimiento refleja una época de transición de los estilos Achelense – Musteriense? En ese caso pertenecerían a un mismo grupo de homínidos y a una época determinada en el tiempo.
¿Son el resultado de ocupaciones de diferentes especies de humanos, en épocas distintas y separadas quizás por cientos de milenios? Esta hipótesis explicaría los distintos grados de erosión de las piezas y las diferencias aún dentro de un mismo estilo. Esta propuesta, que a mí me parece la más plausible si consideramos el territorio como propicio para los humanos, incluiría unas ocupaciones esporádicas pero repetidas en el tiempo, con homínidos pre-neandertales como fabricantes de los útiles achelenses y ocupaciones posteriores con neandertales clásicos que dejaron tras de sí la industria musteriense.
Estos pudieron ser escenarios posibles, pero no se pueden descartar otros modos de ocupación, sobre todo si recordamos que los útiles musterienses más antiguos conocidos en toda Europa datados en 300.000 años fueron descubiertos  en el citado yacimiento burgalés de La Gran Dolina. Teniendo en cuenta esos datos, las cronologías propuestas incluso podrían ser atrasadas.


Bifaz de estilo achelense

Seguramente un estudio arqueológico más completo y riguroso de la industria lítica astorgana conseguirá aclarar alguno de estos aspectos, pero por el momento sabemos que estas industrias líticas demuestran sin ninguna duda la presencia del hombre paleolítico en este pequeño cerro sobre el que ahora se asienta la ciudad de Astorga. Quizá no aparezcan nunca los restos de las construcciones astures bajo los cimientos romanos, pero ahora sabemos que ese no es el final (o el principio, según se mire), porque cientos de miles de años antes de que el primer Homo sapiens pusiera un solo pie en estos parajes, otras especies humanas otearon el horizonte desde este promontorio en busca de presas. Suyas son las primeras hogueras, las primeras cabañas o los primeros gestos de asombro cuando alzaron su mirada y vieron elevarse sobre el horizonte la cumbre nevada del Teleno.
Igual que un panel con petroglifos nos puede transportar a épocas  prehistóricas, un utensilio de piedra fabricado por el hombre paleolítico puede llevarnos a mundos insospechados, tan lejanos que da vértigo solo imaginar la escala del tiempo en la que nos movemos. Escenarios en los que pequeños grupos de cazadores- recolectores se camuflan entre la vegetación a la orilla de un río para dar caza a sus presas cuando estas se acercan a beber.  Muerto el animal, deben darse prisa en descuartizar el cuerpo para transportar la carne a un lugar seguro antes que el olor a muerte atraiga a otros depredadores. En aquella época nuestras tierras eran habitadas por osos descomunales, hienas, grandes felinos, el inseparable lobo…  y el hombre paleolítico sabe que no es el centro de la naturaleza, solo una presa más que otros pueden comerse para cenar.


                                                            
                                                           Industria lítica de Astorga

 Las reconstrucciones de sus esqueletos en Atapuerca nos descubren humanos fornidos y atléticos, con  una capacidad craneal incluso superior a la que tenemos los sapiens.  Como dice J. M. Arsauaga en su libro “El collar del neandertal”:   “Imagino una partida de formidables cazadores de casi 100 Kg de puro músculo, vestidos con pieles de oso y armados con largas lanzas de madera con un extremo muy puntiagudo, ante quienes los leones se apartarían”    
Cierto es que estos vestigios prehistóricos no son inéditos y exclusivos, porque se relacionan como ya se ha visto con otros yacimientos cercanos, pero son los nuestros. Los que nos permiten descubrir un mundo perdido cuyos restos yacen bajo los cimientos más profundos de la ciudad.  Una sociedad culta e inteligente debe reconocer inmenso valor cultural de estos útiles paleolíticos, que serían la envidia de países y continentes enteros donde no se conocen vestigios tan antiguos (como por ejemplo en las dos Américas y en Oceanía). Una ciudad como Astorga, que vive  y presume  de tener una dilatada Historia, no puede permitirse el lujo de ignorar unos vestigios que quizá multipliquen por 150 sus dos mil años de ocupación humana conocida hasta ahora. Por eso debe preocuparse por que se haga un estudio riguroso dirigido por profesionales de la arqueología prehistórica que certifique la importancia de lo hallado, y a continuación  exponer las piezas en sus museos tan dignamente como se merecen.
 El avance continuo en la investigación sobre la evolución humana nos sorprende cada día con noticias sobre descubrimientos de nuevas piezas del puzle.  Hace pocos años la ciencia apenas conocía unos pocos datos sobre estos humanos que nos precedieron, pero los continuos descubrimientos en yacimientos punteros a nivel mundial como Atapuerca nos permiten ahora no sólo poner cara a aquellos individuos sino conocer incluso su mapa genético. Libros, películas, documentales, revistas, museos, exposiciones…. Una ola de sana curiosidad  sobre nuestros orígenes recorre el mundo inundando la imaginación de aquellos que quieren viajar en el tren del tiempo.  Ahora Astorga  tiene una estación donde se puede subir a ese tren con destino al Paleolítico, a los albores de la Humanidad.  

Bibliografía:
ARSUAGA J.L.  (1999 ) “El collar del neandetal”. Ediciones Planeta
ARSUAGA J. L. Y  MARTINEZ I. (2010) “La especie elegida”. Ediciones Planeta
BERNALDO DE QUIRÓS  F. Y NEIRA CAMPOS  A. (1999) “La Historia de León. Capítulo I Prehistoria.”  Universidad de León. 
MIGUEL  HERNANDEZ  F. (1985) “Avance al estudio del Paleolítico Inferior en Castrocalbón”  Revista Cultural del Instituto Comarcal de Estudios Bañezanos
NEIRA A.  (1987) “Nuevas evidencias del Paleolítico Superior en la provincia de León”  Diputación de León
RIVAS J. (2001) “ El tiempo de la piedra antigua. El Paleolítico en la provincia de León”     Revista  Argutorio nª 22


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