Los grabados se encuentran situados en la margen izquierda del río Eria, en un lugar denominado por los vecinos de Villar como "La Puente de la Veiga". Hace mucho tiempo hubo en este lugar una puente (en cabreirés, como en gallego, los puentes son femeninos). Era de madera con los típicos postes clavados en el río, y una estructura de tablas por la que se cruzaba al otro lado. "La Puente" desapareció hace años por los efectos de una riada, y fue sustituido por un masculino puente de hormigón que ahora ya no cruza casi nadie.
Juan Manuel Martínez, que así se llama la persona que me avisó de la existencia de los grabados, me dijo que los pocos vecinos que quedan en Villar, llaman a esas rocas "Las Peñas del Caballo de Santiago" en alusión a las herraduras que aparecen representadas. Su padre me contó también la existencia de una leyenda que explica que "las herraduras fueron dejadas por el caballo del Patrón Santiago cuando dio un gran salto desde allí hasta la vecina localidad de Manzaneta de Cabrera". Le pregunté si se conocían en Manzaneda las huellas del "aterrizaje" pero me dijo que allí no se conocía nada parecido. Una pena, porque a veces esta leyenda tan típica da pistas para encontrar nuevos grabados.
Para acceder a la zona hay que cruzar el puente sobre el río Eria, y caminar unos pocos metros aguas abajo por un estrecho sendero y enseguida encontraremos unos afloramientos de roca cuarcítica. El primer panel es una roca situada a la izquierda del sendero, y se aprecian con dificultad multitud de cruciformes, como si fuera la típica arca que delimita los lindes de algunos pueblos.
Me quedé hasta el anochecer y saqué unas fotos con luz rasante artificial, y así pude apreciar que los cruciformes dominan el panel con más de treinta cruces de trazo simple, y media docena de cruces más elaboradas. Hay también media docena de figuras con forma de herradura, algunas con cazoleta central y cuatro cazoletas sueltas, una de ellas de buen tamaño y en la zona central del panel. En la parte superior de la roca se aprecian con dificultad trazos muy erosionados que podrían corresponder a herraduras, y sobre ellos se superponen los surcos más vigorosos de los cruciformes.
Unos pasos más adelante yace una roca tirada en el medio del sendero, por la que pasan a menudo las vacas y otro ganado suelto que resbalan al pisar su superficie inclinada, marcándolo con restos de las pezuñas. Al igual que la primera roca aparece totalmente decorada con grabados, pero con la particularidad de que aquí los cruciformes no son en absoluto los principales (solo una pequeña cruz testimonial, dudosa incluso). El resto está representado por cerca de 60 figuras semicirculares o herraduras, muchas de ellas con cazoleta central. En la zona izquierda del panel las herraduras forman una alineación al estar representadas muy juntas y con una misma dirección.
En la zona central del panel, y superpuesta a los grabados semicirculares descubrí gracias a las fotografías nocturnas la inscripción "AÑO DE MDCC". Varias herraduras subyacen bajo las dos últimas letras, dándoles el aspecto de una "ç". Hay también un trazo triangular alargado que recuerda vagamente a la punta de una espada o alabarda, aunque no se observa empuñadura alguna.
Un poco más adelante de este panel hay bloques de cuarcita escalonados, y tanto en las superficies verticales como horizontales hay también herraduras y algunas figuras cruciformes, destacando por su diseño una cruz con círculos en sus extremos e intersección, y sobre todo un cruciforme grabado con figuras romboidales aunque incompleto en la zona superior, un diseño inédito en toda la provincia.
Se da la circunstancia que a la izquierda de esta última figura hay otra agrupación de herraduras alineadas de manera ascendente, un diseño que ya vimos en el panel más importante de esta estación rupestre y que tiene un paralelo muy claro con un panel que descubrí en en el año 2008 en Chana de Somoza, y que bauticé con el nombre de "Peñaferrada". En ambas estaciones rupestres las herraduras predominan sobre los cruciformes, los semicírculos presentan a menudo un punto o cazoleta interior, y las agrupaciones forman líneas ascendentes.
Peñaferrada, en Chana de Somoza
Es muy complicado aventurar una cronología para estos grabados. La presencia de cruciformes apoyaría una teoría medievalista, aunque no se puede olvidar el hecho de que en todas las superposiciones de figuras que he observado siempre es el semicírculo el que subyace al cruciforme (como también sucede con la inscripción "Año de 1700"). Esta circunstancia me obliga a considerar que los semicírculos o herraduras fueron grabados con anterioridad a los cruciformes. El lapso de tiempo transcurrido entre unas y otras figuras es imposible de precisar por el momento, pero un escenario perfectamente posible es que las herraduras se pudieron haber grabado en tiempos protohistóricos o en los primeros momentos de la Historia, y que siglos después sociedades católicas cristianizasen el lugar grabando cruces encima de los símbolos que ellos consideraban paganos. Incluso la forma en la que aparecen los grabados (cruciformes en una roca y semicírculos en la otra) sugieren universos y creencias diferentes.
Se ha discutido mucho sobre las figuras con forma de herradura, y muchos especialistas no dudan de su datación medieval por el mero hecho de aparecer junto a cruciformes. Se debe tener en cuenta no obstante que las leyendas medievales que relacionan las herraduras con las huellas del caballo de Santiago o cualquier otro héroe (El Cid, Roldán etc) vienen a explicar (como todas las leyendas) algo que en ese momento no tenía una explicación coherente, y eso a mi modo de ver indica que en tiempos medievales ya existían los grabados. Si esto pudiera ser demostrado, a la fuerza deberíamos retrasar su datación a la Historia Antigua o incluso a la Protohistoria.
A pesar de que se conservan infinidad de restos epigráficos medievales (estelas, lápidas estatuas, decoración de vasijas, iglesias etc) la figura semiciírcular apenas aparece representada (algunos símbolos lunares bajo los pies de representaciones marianas y poco más).
Hay sin embargo un paralelo muy claro en una fíbula de caballito celtibérica fechada en el siglo III adC. que se encuentra en el Museo de Palencia. Esta pequeña figura de bronce demuestra que a veces, las cruces (como los árboles) nos pueden impedir ver el bosque.
Mi agradecimiento una vez más a Juan Manuel Martínez y a los vecinos y enamorados de Villar del Monte, por su lucha por dignificar su pasado. La conservación de la arquitectura popular, la restauración de hornos centenarios, la señalización de antiguas labores mineras romanas y otras muchas inquietudes culturales demuestran que mientras quede un solo habitante orgulloso de sus orígenes los pueblos no morirán.
Se ha discutido mucho sobre las figuras con forma de herradura, y muchos especialistas no dudan de su datación medieval por el mero hecho de aparecer junto a cruciformes. Se debe tener en cuenta no obstante que las leyendas medievales que relacionan las herraduras con las huellas del caballo de Santiago o cualquier otro héroe (El Cid, Roldán etc) vienen a explicar (como todas las leyendas) algo que en ese momento no tenía una explicación coherente, y eso a mi modo de ver indica que en tiempos medievales ya existían los grabados. Si esto pudiera ser demostrado, a la fuerza deberíamos retrasar su datación a la Historia Antigua o incluso a la Protohistoria.
Fíbula celtíbérica de Palenzuela. Foto Museo de Palencia
A pesar de que se conservan infinidad de restos epigráficos medievales (estelas, lápidas estatuas, decoración de vasijas, iglesias etc) la figura semiciírcular apenas aparece representada (algunos símbolos lunares bajo los pies de representaciones marianas y poco más).
Hay sin embargo un paralelo muy claro en una fíbula de caballito celtibérica fechada en el siglo III adC. que se encuentra en el Museo de Palencia. Esta pequeña figura de bronce demuestra que a veces, las cruces (como los árboles) nos pueden impedir ver el bosque.
Mi agradecimiento una vez más a Juan Manuel Martínez y a los vecinos y enamorados de Villar del Monte, por su lucha por dignificar su pasado. La conservación de la arquitectura popular, la restauración de hornos centenarios, la señalización de antiguas labores mineras romanas y otras muchas inquietudes culturales demuestran que mientras quede un solo habitante orgulloso de sus orígenes los pueblos no morirán.
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