Os podeis imaginar el placer que se experimenta cuando sales a buscar cazoletas y las encuentras por docenas, incluso cientos a la vez. Grandes y pequeñas, prehistóricas o medievales estan esperando a ser descubiertas y para ello hay un buen truco: ponerse las gafas de la curiosidad y tener fe. Cuando os encontreis junto a una fuente antigua, iglesia, crucero o cualquier “piedra bonita” mirad bien. Estarán camufladas, como es su costumbre, pero las encontraréis.
Las primeras en salir son las de la iglesia de San Esteban en Brimeda.
Como veis, a ambos lados del pequeño portico que guarda la puerta (orientada al sur) se encuentran varias lajas de piedra colocadas a modo de escaños. En la mayoría de ellas se observan cazoletas.
Si bordeamos la escalera del campanario nos situamos en el Este, debajo de la espadaña que por cierto está orientada a un hermoso castro de época romana, (uno de tantos de La Cepeda que como los maragatos está sin estudiar ni poner en valor).
En la espadaña hay una cornisa que la recorre a modo de adorno, y también está plagada de furaquinas, como le gusta llamarlas a Ricardo Chao.
Si contáis el número de cazoletas que hay en este tramo de apenas dos metros y lo multiplicáis por los mas de diez que hay en el extremo largo de la espadaña os daréis cuenta de por qué hablaba al principio de superpoblación.
Y las que quedan para otro día
Saludos
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