En la comarca maragata las demarcaciones territoriales para delimitar municipios, montes, zonas de pastos etc. están señaladas por elementos de piedra repartidos por el paisaje, colocados lo suficientemente cerca unos de otros para que, en la medida de lo posible, desde cada posición se pudiera conectar visualmente el punto anterior y el posterior, originándose una línea imaginaria al unir cada uno de los hitos. Aunque los términos empleados en los documentos suelen ser sinónimos (arca, hito, término, mojón), en Maragatería parece diferenciarse el marcador importante con el nombre de “arca”, mientras que otros marcadores de menor entidad se denominan “mojones”, como se desprende de las anotaciones en el apeo de 1904 entre Lucillo y Filiel:”Y unas y otras partes acordamos y ordenamos en poner mojones entre arcas que estaban muy distantes...”
La forma y composición de esas arcas varía en cada territorio, dependiendo de la propia particularidad geológica de la zona en cuestión. Así, los límites entre municipios grandes solían estar señalados por bloques prismáticos de cuarcita colocados verticalmente en el terreno, llamadas popularmente “piedras fincadas”, mientras que otras fronteras más humildes como son las que delimitan los terrenos de pastos entre pequeños municipios eran marcados con piedras más pequeñas que se encontraban en la zona. Otras veces, la abundancia de cantos de cuarzo lechoso (que en Maragatería se denominan Geijos) servía para hacer amontonamientos de este mineral y construir mojones con un espectacular y muy visible color blanco. Además, se ha de resaltar la costumbre observada en la Somoza Maragata de señalar determinados afloramientos con marcas que se hacían con instrumentos metálicos (una azada o similar), renovándose cada vez que se realizaba un nuevo apeo, de tal manera que se eliminaba el musgo sobre el surco anterior y se profundizaba un poco más cada vez.
LOS DOCUMENTOS
Los documentos que se conservan en todos los municipios dan
testimonio de un procedimiento que se
seguía con toda solemnidad, y en ellos se enumeran los nombres de los
participantes, que solían ser un regidor decano, escribanos, peritos y un buen
número de testigos. Todos ellos recorrían la zona divisoria reconociendo cada uno de los términos, apilando piedras en unos, librando de maleza a los otros, profundizando las marcas en las rocas etc.
Al finalizar el apeo, se firmaba un documento y se elaboraban las copias necesarias para que fuesen custodiadas por las partes. Los manuscritos se guardaban en arcas o baúles de madera que a su vez tenían varios candados o cerraduras. Estos archivos no podían estar expuestos al público, sino que permanecían cerrados, fijándose un protocolo específico para poder abrirlos. En el arca de madera que contiene estos documentos en el Ayuntamiento de Lucillo, se puede leer la siguiente advertencia:
“Este
archivo no se abra sin estar presentes dos o tres hombres, por la causa de que
no falte ningún papel. Tenga una llave el fiel de fechos y otra el regidor
decano. Así fue dispuesto y mandado por
este concejo, con la pena al que al contrario hiciese pague un ducado de multa.
Firmado por el señor regidor Lorenzo Rodera en 1822”
Varios de estos documentos que se conservan en este arca del Ayuntamiento de Lucillo van a servir para extraer algunos conocimientos sobre la forma de estos marcadores territoriales en la Somoza maragata, que podemos clasificar de la siguiente manera:
PIEDRAS FINCADAS
Como ya expusimos al principio, los materiales predominantes
de la zona son los que se van a emplear para las marcas divisorias. Cuando se
trata de arcas importantes que dividen dos o más municipios, el material
empleado es mayoritariamente las lajas de cuarcita armoricana que pueblan la
comarca maragata. Su tamaño oscila desde los 80cm hasta el 1.2 m en la parte
visible, a lo que habría que sumar un tercio más que permanece enterrada. Su
gran dureza es la causante de que apenas se encuentren grabados en ellas como
cruces, letras etc. Una excepción la encontramos en una piedra fincada colocada
cerca de Santa Catalina de Somoza, que tiene dos cruces latinas grabadas en las caras más anchas. Esta
importante arca, que señala la divisoria
de tres municipios (Santa Colomba de Somoza, Val de San Lorenzo y Astorga), fue
sustraída por un particular a principios de 2018. Por suerte, una serie de
casualidades permitieron a la Guardia Civil recuperarla, y hoy se alza otra vez
en su lugar original.
MOJONES
Repartidos por el paisaje de la Somoza maragata se observan
otro tipo de marcadores que también se
citan en los libros de apeos como los conservados en el Ayuntamiento de
Lucillo. Estos mojones pueden ser de
varios tipos dependiendo de la geología de la zona, el tamaño y la composición
de los mismos. Podemos diferenciarlos atendiendo a las descripciones, que
enumeran piedras más pequeñas que las arcas importantes, y otros incluso más
sencillos: “... llegamos a la “Mata de Pradoveso”, cuya arca se
reconoció con porción de tierra y cantos, quedando alta y reconocida sin
contradicción alguna.”
Las cuarcitas de color marrón son utilizados para otros
mojones por ser los únicos disponibles en esa zona: “... y
a un tiro de honda del anterior, pasamos al de “Candevaián”, y lo renovaron
En otras ocasiones se emplean los abundantes cantos de cuarzo lechoso (geijos) que constituyen un excelente marcador al destacar el níveo color blanco sobre el paisaje de tierras y vegetación oscura: “...Y deste otro sitio pasaron los dichos dos concejos al término de las Torrecillas, y lo levantaron de geijos blancos y cavaron alredor de forma que quedó bien alto y reconocido a gusto de todos ambos concejos y ante nosotros los escribanos”
Algunas arcas están situadas en elementos del paisaje
fácilmente reconocibles, y en esas ocasiones no hace falta marca alguna: “...y
de este sitio los dichos concejos de Boisan y Lucillo pasaron a otro término que está en una peña,
distante a dos tiros de honda a la izquierda (...) y no le hicieron seña por
ser bien grande y conocida, y los escribanos damos fe según se nos pidió por
los dos concejos”.
Un ejemplo de un arca situada en un afloramiento singular es un rebaje natural de la roca en el arroyo de Valdemedian, llamada “El Arca de la Ferrada”. El nombre es consecuencia de la forma de herradura de la hendidura, que tiene unos 80 cm de ancho y 90 cm de profundidad, y que se sitúa en una poza del reguero que suele conservar un poco de agua incluso en el verano cuando se seca el cauce. Se da la circunstancia que este lugar además de funcionar como arca, es el lugar de reunión elegido por los concejos de Lucillo y Villalibre para comenzar y finalizar los apeos de la zona, como si fuese un lugar neutral respetado y reconocido por los dos concejos.
Por último, vamos a estudiar otro grupo de arcas que
contienen algunas marcas grabadas y destacan por tanto de las demás. Se sitúan
sobre pequeños afloramiento de pizarra que por las características y poca
dureza de la roca, permiten grabar alguna marca sin mucha dificultad, al
contrario que ocurre en las rocas y afloramientos de cuarcita.
Un tipo de marcas son los surcos llamados “farpas” (derivado del antiguo farpar, que significa arañar), que se suelen agrupar en número de tres o cuatro surcos paralelos. En el citado libro de apeos conservado en Lucillo se mencionan frecuentemente: “...y siguiendo dicho camino que va para Astorga hayamos una peñica con farpas bien hondas por ser arca antigua, y renovando dichas farpas quedó bien reconocida sin contradicción alguna de dichos concejos”.
Esta renovación consistía en raspar los surcos para eliminar el musgo que se había generado desde la vez anterior, y esta acción repetida a lo largo de los siglos generaba surcos profundos, que se distinguen de los surcos de los petroglifos prehistóricos por la pátina, y sobre todo por su anchura y profundidad, que demuestra que fueron realizados por instrumentos metálicos.
Para un primer avance de este tipo de arcas, vamos a exponer algunas fotos de tres arcas diferentes.
ARCA DE LA GUSENDA
Este arca que divide los pastos y terrenos entre Chana de Somoza y Lucillo, se encuentra a la derecha del camino de la cantera cercana a Chana.
Se sitúa en un pequeño afloramiento de pizarra que apenas supera los 80 cm de altura. La poca visibilidad se compensa con la imposibilidad de mover de sitio el arca, pues como hemos dicho no se compone de rocas o piedras colocadas, sino que aflora de la roca madre. En la zona superior hay algunos hoyos parecidos a las cazoletas, pero más profundos y de formas irregulares. También se observan unos rebajes que los escribanos llaman “muescas”, y que le dan un perfil superior con forma ondulada o de cresta. De esta zona elevada descienden hasta el suelo dos surcos de entre 4 y 8 cm de ancho y 3 cm de profundidad, medidas que son producto de las numerosas renovaciones, que como explican los escribanos en los libros de apeos, se realizaban “a peto de azadón”.
VALDEMEDIAN-
I
El arroyo de Valdemedian discurre aproximadamente por la divisoria de los terrenos de Lucillo y Villalibre de Somoza. A lo largo del valle del mismo nombre se localizan varias arcas con farpas. La primera está cerca del arca llamada “La Poza de la Ferrada”, ya citada en el capítulo de elementos singulares del paisaje,
VALDEMEDIAN-
II
CRESTAS
En otras ocasiones estas marcas solo se realizan en la zona superior de las rocas, que los escribanos señalan como “muescas” y que originan unas superficies aserradas que vamos a denominar a partir de ahora como “crestas”. Este tipo de señalización es también muy abundante en la Somoza, y en este artículo vamos a destacar algunas de ellas solamente para no extendernos demasiado. La primera se encuentra en el arca de La Gusenda a la que nos hemos referido antes y que además de las farpas y hoyos contiene en la zona superior varias crestas formadas por muescas. La otra roca del mismo estilo se localiza en las proximidades de Filiel, junto al cruce de caminos que van a la cima del Teleno y a la zona de La Calera respectivamente
PEÑAS FORADAS
Por último, en La Somoza maragata es también bastante usual
marcar los términos con agujeros ovalados que pueden confundirse con cuñas de
cantero, además de otras oquedades parecidas a las cazoletas prehistóricas, lo
que coincide con lo expuesto por J. Ferro Couselo en su tesis titulada “Petroglifos
de Termino. Las Insculturas Rupestres de Galicia” donde defiende el uso de
cazoletas en la Edad Media para señalizar algunas arcas de término.
La más representativa podría ser La Peña Forada, que delimita los pastos entre Lucillo y Boisan, además de ser un lugar singular por ser un lugar neutral donde comenzaban y finalizaban las reuniones para los apeos entre esas localidades: “Y de allí volvieron los dichos dos concejos a La Peña Forada, con cuatro agujeros a raíz del suelo (...) y se renovaron los agujeros de este dicho término”.
Lo que constituye una novedad y se escapa a la clasificación
de Ferro Couselo es el empleo de surcos o “farpas” para marcar las rocas, o las
muescas que originan “crestas” en la zona superior de las mismas. Este sistema,
que en principio parece propio de la Somoza Maragata, se añade por el momento a
la clasificación de “Los petroglifos de término…”, y solo por este motivo ya
merecía la pena la elaboración de este trabajo.
Este artículo es un resumen de un trabajo más extenso que he publicado en Academia.edu con el mismo título, ARCAS Y MARCAS DE TÉRMINO EN MARAGATERÍA, donde podéis ampliar la información y ver más fotos.