La tradición habla de que la piedra debe ser del lugar de origen y "tan grande como los pecados"y aunque en la base de la cruz las piedras son de tamaño mediano, las de la cumbre demuestran que últimamente se peca poco.
Dice también el apocalipsis que el día del juicio final, "cuando las piedras hablen", estas intercederán por el peregrino que cargó con ellas como penitencia.
Anterior a esas tradiciones es la costumbre pagana de ofrecer una piedra en honor de Mercurio, dios protector de viajeros, pastores, trajineros, peregrinos y bandoleros. Todas las personas que de una manera u otra transitaban los caminos depositaban una piedra en los montículos (montes de Mercurio) que se iban formando a la vera del camino y se encomendaban a la protección del dios con alas en los talones.
Con el paso del tiempo el cristianismo fue imponiendo su ley y Mercurio, por pura supervivencia, "digievolucionó" cual pokemon en San Cristóbal.
Si se observa bien, las piedras dejan de ser lo que son y se convierten en mensajes, plegarias, promesas, vivencias...
2 comentarios:
Muy interesante
Me ha llamado la atención el vocablo "fierro" que supongo leonés. Un saludo.
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