Hace tiempo que quería visitar la pisada de Santiago en Boisan. Muchas personas me comentaron la existencia de una roca que contenía una huella que la tradición atribuía a la pisada del caballo (blanco) del Patrón Santiago y sin embargo nadie pudo decirme con exactitud donde se encontraba.
La semana pasada fui a Boisan, subí la cuesta hasta la casa de D. José Marcos y le pregunté si podía acompañarme. D. José fue pastor toda su vida y conoce bien estas tierras. A pesar de los duros años que le tocaron vivir, conserva gran vitalidad y entusiasmo y una memoria envidiable.
Nos dirigimos pues al paraje denominado como “ Talmouro” y una vez allí, no le costó mucho orientarse y encontrar la roca con la pisada.


Debo confesar que me desilusionó un poco, pues yo me esperaba unas marcas con forma de herradura en una gran roca elevada y majestuosa y lo que me encontré fue un rebaje practicado en una roca a ras de suelo, de forma semicircular semejante al que dejaría un caballo al pisar en suelo blando. La huella, de apenas 20 centímetros de largo, contiene en su fondo perimetral pequeñas cazoletas a modo de clavos de la herradura.
Sin embargo, la primera impresión pronto quedó olvidada cuando mi acompañante encontró la piedra sobre la que tantas veces descansó o comió la merienda rodeado del ganado y empezó a recordar tiempos pasados.

Fue relatándome sus recuerdos sobre la zona, como la historia que le contó su abuelo hace más de 70 años.
Le dijo que muy cerca de la pisada personas desconocidas excavaron lo que pudieron ser unas tumbas realizadas en la roca viva y se llevaron huesos humanos y restos “ferruñosos“ de espadas o puñales. Sobre la zona aún se pueden ver restos del expolio y la roca labrada de una manera que recuerda a algunos sepulcros antropomorfos, un tema que habría que verificar.


También le contó que a escasos 200 metros, la construcción de la carretera desenterró una olla de barro oscuro y llena de huesos humanos en lo que parece ser un enterramiento prerromano.
Años mas tarde conoció personalmente a
Claude Domergue , pues recuerda que una persona extranjera se presentó en el pueblo preguntando por el castro. “Le dije que por aquí lo llamamos la Corona y le acompañe allí. Ahora estará llena de robles, pero yo la conocí como una pradera y no me creía que allí hubiese nada enterrado. Se rumoreaba que había visto toda la sierra desde un avión y cuando empezó a excavar y vi como aparecían cimientos de casas y piedras como para moler el grano me quedé muy sorprendido…”
D. José es un buen ejemplo de las sorpresas que esconde Maragatería: un pastor dando una clase de prehistoria. Le dije que despues de años de olvido le habían dado un homenaje a Claude Domergue y me respondió que se lo merecía por haber venido de tan lejos a descubrir y estudiar lo que por aqui a nadie parecía interesar.